La actividad agropecuaria ha experimentado en las últimas décadas
importantes procesos de transformación, lo cual ha significado un aumento
de las áreas plantadas tanto en productos de consumo humano, forrajero y forestal. Esta situación ha
implicado un aumento en la liberación de sustancias químicas, o plaguicidas ya
sean naturales o de síntesis, imprescindible para el control de plagas principalmente en los procesos de producción intensivos.
Estas sustancias, los plaguicidas, han sido diseñados específicamente para
combatir a organismos vivos, las plagas, que causan efectos no deseados sobre
cultivos agrícolas y forestales. Los plaguicidas por lo tanto son sustancias
que permiten eliminar, controlar y manejar plagas, lo que presupone una elevada
toxicidad al menos para esos organismos plagas , evidentemente la actividad del
plaguicida sobre la especie objetivo no es considerado un problema, ya que en esa
actividad se basa su eficacia y la razón de su utilización, sin embargo los problemas derivan de la falta de selectividad ya que en la
liberación de estas sustancias la toxicidad se extiende a otras especies no objetivos. Este posible efecto no intencionado sobre otros
organismos, obliga a realizar valoraciones previas a modo de minimizar los
impactos sobre estos organismos y los diferentes compartimentos ambientales.
Considerando que las mejores soluciones son las preventivas, la Normativa de autorización
para plaguicidas de uso agrícola, incorpora en sus exigencias información relativa a efectos ecotoxicologicos sobre
diferentes especies representativas de los compartimentos ambientales hacia los
cuales puede derivar el plaguicida en un escenario de aplicación de acuerdo a
las buenas practicas agrícolas.
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